DOS GOLES DEL 'NIÑO' A PASE DE REYES PERMITEN EL TRIUNFO
Fernando Torres encontró la confianza de Luis Aragonés en el momento aportuno para salvar el cuello del seleccionador y mantener vivas las esperanzas de España de terminar primera de grupo. Todas nuestras opciones se escapaban por el sumidero cuando Luis decidió mover el banquillo. Había que cambiar el rumbo de un partido que bailaba entre la mediocridad y la ruina para España, zarandeada por Bégica durante toda la primera parte. La segunda pintaba igual, así que el técnico señaló a Villa y Reyes para dar un volantazo al juego de la selección. Si en ese momento alguien hubiera hecho una encuesta, Fernando Torres habría obtenido mayoría absoluta para marcharse a la ducha. Pero fue entonces cuando, en un acto de fe, Luis se la jugó con el 'Niño', le mantuvo en el partido y sacó del campo a los extremos, Joaquín y Vicente. La apuesta era arriesgada, sin duda proporcial al premio que obtuvo unos minutos más tarde.
En un margen de cinco minutos, España ofreció su versión más italiana. Vestida con ese traje de equipo competitivo y 'canchero' que se ha empeñado en confeccionar Luis Aragonés desde su llegada al banquillo, la selección sentenció el partido con dos zarpazos de Fernando Torres. El 'Niño' vivió esa noche que tenía reservada desde hace tiempo para su consagración logrando los dos tantos más importantes de su vida. Y lo hizo en perfecta armonía con Reyes, que le puso en bandeja ambos goles. El sevillano dio otra dimensión al partido, aportanto una velocidad y una verticalidad de la que carecía nuestro juego. En su primera intervención, Reyes cruzó un balón desde el centro del campo para Fernando Torres que, con sin dejar caer el balón, remató de forma sublime. En la segunda, el delantero del Arsenal encontró a su socio presto al remate con un centro desde la línea de fondo, típico de un extremo. Así ganó España un partido que se le escapa de las manos.
Anestesia general
A pesar de todo, no deja de resultar extraña la actitud con la que España encaró el partido. Sin ser italianos ni tener oficio, la desgana de la primera parte fue sorprendente. La selección apuraba sus opciones de ser primera de grupo, pero salió como si renunciara a ello de antemano. Unos segundos antes del pitido inicial, Serbia sentenciaba su partido ante Lituania. Alguién debió transmitir el mensaje a los jugadores, que salieron al campo decaídos, sin ambición, demostrando muy poco carácter. En cualquier caso, la victoria era vital para asegurar la repesca. No lo parecía.
Así, Bélgica se encontró enfrente a un equipo de trapo, al que zarandeó sin piedad durante media hora de constante presión, robando el balón en el centro del campo y saliendo con rapidez al contraataque. Velocidad sobraba en los belgas que, por suerte, exhibían escasa precisión en el área. La selección no se juntaba para defender ni se asociaba en torno al balón para atacar, así que todo lo hacía mal. Albelda volvió a ser un desastre como organizador, Xavi aparecía muy tarde al iniciar las jugadas y la figura de media punta estaba vacante. Ni que decir tiene que Joaquín se volvió a borrar, así que nuestros recursos eran muy limitados. Aún así, Albelda pudo marcar si en lugar de poner la mano hubiera empujado el balón con la cabeza en un centro excelente de Vicente, el mejor en la primera parte.
Dos goles... y a dormir
Volviendo a los postulados de Luis, nuestra desgana parecía premeditada. En ese afán del técnico por dotar a España de oficio, la selección simulaba creérselo y se prepaba para ganar el partido tras el descanso. Sólo de esta manera tan optimista se explican las acciones de Reyes y Torres, dos jugadores que España necesita urgentemente para cruzar esa línea que nos mantiene tan cerca de la mediocridad. Ambos se reivindicaron antes de que España siguiera las arengas de Luis y anestesiara el partido. Desde el segundo gol de Torres en el minuto 60 apenas se jugó al fútbol. España aprovechó el bajón físico de los belgas para adueñarse del balón y del partido. En esos minutos, Villa pudo sentenciar en un mano a mano con Proto, mientras que Casillas sólo tuvo una intervención digna de mención. El resto fue un transcurrir de minutos y el traslado de la mente a San Marino y Belgrado, donde el miércoles apuraremos nuestras opciones de eludir la repesca para estar en el Mundial. En caso contrario, tampoco habría motivos para quejarse.
Fernando Torres encontró la confianza de Luis Aragonés en el momento aportuno para salvar el cuello del seleccionador y mantener vivas las esperanzas de España de terminar primera de grupo. Todas nuestras opciones se escapaban por el sumidero cuando Luis decidió mover el banquillo. Había que cambiar el rumbo de un partido que bailaba entre la mediocridad y la ruina para España, zarandeada por Bégica durante toda la primera parte. La segunda pintaba igual, así que el técnico señaló a Villa y Reyes para dar un volantazo al juego de la selección. Si en ese momento alguien hubiera hecho una encuesta, Fernando Torres habría obtenido mayoría absoluta para marcharse a la ducha. Pero fue entonces cuando, en un acto de fe, Luis se la jugó con el 'Niño', le mantuvo en el partido y sacó del campo a los extremos, Joaquín y Vicente. La apuesta era arriesgada, sin duda proporcial al premio que obtuvo unos minutos más tarde.
En un margen de cinco minutos, España ofreció su versión más italiana. Vestida con ese traje de equipo competitivo y 'canchero' que se ha empeñado en confeccionar Luis Aragonés desde su llegada al banquillo, la selección sentenció el partido con dos zarpazos de Fernando Torres. El 'Niño' vivió esa noche que tenía reservada desde hace tiempo para su consagración logrando los dos tantos más importantes de su vida. Y lo hizo en perfecta armonía con Reyes, que le puso en bandeja ambos goles. El sevillano dio otra dimensión al partido, aportanto una velocidad y una verticalidad de la que carecía nuestro juego. En su primera intervención, Reyes cruzó un balón desde el centro del campo para Fernando Torres que, con sin dejar caer el balón, remató de forma sublime. En la segunda, el delantero del Arsenal encontró a su socio presto al remate con un centro desde la línea de fondo, típico de un extremo. Así ganó España un partido que se le escapa de las manos.
Anestesia general
A pesar de todo, no deja de resultar extraña la actitud con la que España encaró el partido. Sin ser italianos ni tener oficio, la desgana de la primera parte fue sorprendente. La selección apuraba sus opciones de ser primera de grupo, pero salió como si renunciara a ello de antemano. Unos segundos antes del pitido inicial, Serbia sentenciaba su partido ante Lituania. Alguién debió transmitir el mensaje a los jugadores, que salieron al campo decaídos, sin ambición, demostrando muy poco carácter. En cualquier caso, la victoria era vital para asegurar la repesca. No lo parecía.
Así, Bélgica se encontró enfrente a un equipo de trapo, al que zarandeó sin piedad durante media hora de constante presión, robando el balón en el centro del campo y saliendo con rapidez al contraataque. Velocidad sobraba en los belgas que, por suerte, exhibían escasa precisión en el área. La selección no se juntaba para defender ni se asociaba en torno al balón para atacar, así que todo lo hacía mal. Albelda volvió a ser un desastre como organizador, Xavi aparecía muy tarde al iniciar las jugadas y la figura de media punta estaba vacante. Ni que decir tiene que Joaquín se volvió a borrar, así que nuestros recursos eran muy limitados. Aún así, Albelda pudo marcar si en lugar de poner la mano hubiera empujado el balón con la cabeza en un centro excelente de Vicente, el mejor en la primera parte.
Dos goles... y a dormir
Volviendo a los postulados de Luis, nuestra desgana parecía premeditada. En ese afán del técnico por dotar a España de oficio, la selección simulaba creérselo y se prepaba para ganar el partido tras el descanso. Sólo de esta manera tan optimista se explican las acciones de Reyes y Torres, dos jugadores que España necesita urgentemente para cruzar esa línea que nos mantiene tan cerca de la mediocridad. Ambos se reivindicaron antes de que España siguiera las arengas de Luis y anestesiara el partido. Desde el segundo gol de Torres en el minuto 60 apenas se jugó al fútbol. España aprovechó el bajón físico de los belgas para adueñarse del balón y del partido. En esos minutos, Villa pudo sentenciar en un mano a mano con Proto, mientras que Casillas sólo tuvo una intervención digna de mención. El resto fue un transcurrir de minutos y el traslado de la mente a San Marino y Belgrado, donde el miércoles apuraremos nuestras opciones de eludir la repesca para estar en el Mundial. En caso contrario, tampoco habría motivos para quejarse.
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